Román fue victima pero se desquitó con el hincha

Por Jonatan Wetzel

@wjonatan

Enemistado con los dirigentes, sin el respaldo de Bianchi y sus compañeros, Riquelme se despide por la puerta de atrás de Boca, una decisión cuestionable que perjudica principalmente a los simpatizantes. De aquel recibo de sueldo que fue tapa de diario hasta el cruce con Angelici actual, repasá la novela y los conflictos del 10 en Boca.



El próximo domingo Juan Román Riquelme será presentado en el micro estadio de Argentinos como refuerzo (de lujo) para el equipo que dirige Claudio Borghi de cara al torneo del Nacional B. De este modo, se pone fin a la novela de la renovación de su contrato, de la cual Román fue rehén de un mal manejo de los dirigentes, la falta de camaradería de algunos compañeros, el no respaldo de Carlos Bianchi y, si se quiere,  hasta de un maltrato desmedido del periodismo, pero con su decisión parece haberse desquitado con el hincha de Boca, al que menos argumentos tiene para reprocharle. 

Hagamos un repaso de los conflictos, separando entre los diferentes actores:

Riquelme y los dirigentes: No son  nuevas y son de público conocimiento las diferencias con la cúpula del club, del ala macrista. Motivos económicos, de convivencia y hasta ideológicos los separan.



El primer cortocircuito remonta a febrero de 1998, cuando el enganche era un pichón, con futuro de crack. Un pase frustrado a Parma por pedido de Roman y la famila que le cerraba al club (14 millones de dólares, de los cuales a Boca le quedaban libres de impuestos, 8.5 y que Riquelme se quedaría a préstamo hasta el 30 de junio de 1999) y el salario del jugador fueron disparadores. "Los dirigentes dicen que cobro 5788 dólares, pero yo sigo recibiendo 1500. Que no sean mentirosos...". No tenía 20 años y ya lanzaba la primera bomba desde Mendoza, donde Boca jugaba la Copa de Oro. Mauricio se tomó su avión particular para retar al volante, quien la siguió. Entonces, cortó por lo sano: una tapa de Olé mostró una cifra equivalente a 5788 dólares y un adelanto que le habían efectuado por 11.000 dólares, con una promesa de suba de prima importante.  No hubo sanción para el volante, a quien consideraron mal influenciado por su representante y se excusaron con el plantel al que no le había gustado que lo expusieran así. Borrón y cuenta nueva, capítulo 1.





Con el arribo de Carlos Bianchi para el segundo semestre, llegó la explosión futbolística del 10: con Román como estandarte, fue 3 veces campeón local, bicampeón de América y ganador de la Intercontinental. En el cruce contra River por el Clausura 20001, convirtió de cabeza tras un rebote de penal y corrió a festejarlo haciendo el Topo Gigio contra Macri. Con la relación insostenible, se iría tiempo después a Barcelona

Volvió en 2007, a préstamo por 4 meses. El debate de cuanto le costaba al club por partido se desvaneció con la productividad en la cancha. Arrasó en la Copa Libertadores que ganó, siendo goleador y marcando 8 tantos, 3 de ellos  en la final. 



Luego, el debate: Pedro Pompilio optó por comprarle el pase y tres años de vínculo a un jugador que estuvo media temporada sin jugar. Ya desde afuera, Mauricio Macri se oponía, como muchos de los dirigentes que se habían dividido al respecto.


Al momento de extender ese vínculo, en 2010, Daniel Angelici era tesorero de la gestión de su precesor, Jorge Ameal, y renunció a su cargo por las condiciones de renovación del 10, a causa de los 4 años de extensión que pidio el jugador y que decidieron aceptar. Esa decisión, junto a otras promesas, lo catapultaron a la presidencia en 2011, donde la oposición arrasó en las urnas aun festejando un título.



Hasta hoy, pocas rosas hubo en el camino, donde cada gota se convertía en tsunami, como que pidiera que viajara Roncaglia, quien se había negado a jugar pese al esfuerzo de la dirigencia. En la conferencia de prensa post 0-2, la cara de Angelici cuando Roman anunciaba irse porque se sentía vacío lo decía todo.



Volvió con Bianchi, pero los resultados bastante lejos estuvieron de ese 2000. Con más tapas de diarios por peleas en el vestuario que por logros deportivos, un cansado Angelici los exponía. "Riquelme no es el mismo que en 2007" y "hace un año y medio que no peleamos nada", fueron algunas de sus frases.

Lo que sucede hoy, es conocido.


Riquelme y Bianchi: Lo hizo debutar Bilardo y no tuvo la mejor química en cancha con Hector Veira. Quizás por eso explotó con Bianchi, a quien consideró un segundo padre.

Le daba algunas libertades (como dejarlo jugar con sus amigos en Don Torcuato cuando no concentraba, por ejemplo) porque en la cancha respondía con creces.
Al volver el entrenador en 2013, se volvió a llenar y quiso retornar. "Vamos a sufrir juntos", le dijo el 10. Lejos de domarlo, como pretendían los dirigentes, el equipo y las decisiones giraron en torno a Román, quien con alguna declaración o gesto bancaba al entrenador en cada partido que se lo ponía en duda.
Sin embargo, hoy no se ve el mismo respaldo del DT, evitando opinar al respecto desde hace un tiempo, sin marcar postura. Riquelme no mostró su malestar, pero desde afuera se nota que no tuvo la palmada paternal del Virrey, casualmente a menos de un mes del ajuste del valor del dolar del contrato del técnico, una de las razones por las que Roman habría tomado la decisión de no seguir.





Riquelme y el plantel: Los que conocen la interna del club dicen que no cuenta con el apoyo unánime de todos, como dejan ver adelante de los micrófonos. Pero el tema es que tampoco se lo manifiestan cara a  cara. El hecho de que el verano pasado haya criticado una derrota frente a River desde afuera, que siguiera  siendo el capitán pese a haber vuelto cuando quiso, más tarde que el resto, y que este años pidiera dinero adelantado y no hacer la pretemporada otra vez no les gustó a sus compañeros. Pero se quejan por lo bajo, por mensajes a periodistas o a los dirigentes, generando un vestuario dividido, con peleas que Roman adjudicó a los medios, pero que sabe que existe.




Por lo antedicho, se desprende que Riquelme fue manoseado por los dirigentes,  que nunca lo quisieron y que mostraban fotos en un crucero cuando debían negociar con él,  y que no fue bancado por Bianchi ni sus compañeros. Pero se equivocó al no ceder en sus pretensiones  y haber priorizado en la guerra de egos con el presidente, al entregarle un costo político inmenso, en lugar de despedirse con la Bombonera repleta coreando su nombre.

Cuestionar la decisión  no es ignorar sus dotes futbolísticos, olvidarse el caño a Yepes, las gambetas frente a Real Madrid,  el llanto frente a Bayern Munich o sus goles frente a Gremio, ni siquiera del pase sin tocar la pelota ante Lanús en su ultimo partido, sino lamentarse porque no es el final que merecen los hinchas de Boca y menos uno de los más fanáticos, el que los representaba con la camiseta número 10 en la cancha. 


0 comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More