Por Diego Scarpati
@dmscarpati
Dejé pasar 72 hs o 3
días, como más les guste. Un lapso prudente para bajar la temperatura, los
decibeles y sobre todo para que haga efecto el antídoto contra esta fea
enfermedad que tanto afecta a los argentinos llamada Exitismo.
En uno de los clásicos
episodios de Los Simpsons, Homero y
Bart trabajan en el puesto de una feria de atracciones buscando pichones para su juego arreglado. Tras
el pitazo final del domingo, y recordando las peripecias del árbitro, a más de
uno se le debe haber cruzado por la cabeza aquella secuencia donde el inefable Jefe Gorgory intenta sobornar a Homero, con frases célebres cómo: “¿No
ha visto a un billetín?”; “guiño, guiño” o “Don Soborno”. Personalmente yo no
recordé ese momento en particular. No necesité estas 72 hs para repasar
mentalmente otra escena de ese mismo capítulo: Tras la clausura del puesto, sus
dueños se quedan sin trabajo. Homero
lleva al hombre y su hijo a vivir a su casa, quienes terminan ocupando
ilegalmente la propiedad. Pero tras una inteligente jugada de Homero (poco común en él) la familia
amarilla recupera su casa. Finalmente el niño feriante le reclama a su padre,
quien en dos oportunidades lo calla emitiendo una contundente frase: “Caímos
ante el mejor, no lo olvides”.
¿Qué se siente? Nos
podría preguntar algún reportero brasileño tras la derrota. Hemos experimentado
una ensalada de emociones que iban desde la bronca y la impotencia hasta la
tristeza. Pero al pasar el tiempo (más después de estas 72 hs) aparece la
alegría, la felicidad de ver a un representativo nacional alcanzar una final tras
24 años, estar en la competencia hasta el último día, finalizar en el Podio. Al menos es lo que yo experimento, no puedo
pedirle más a estos muchachos; y lo digo habiendo vivido las otras finales. ¿Qué
pasará por la cabeza de un chico menor de 24 años, que nunca vio a la selección
en una final?
Pero me quiero detener
en otras dos emociones, que a diferencia de las anteriores, son constantes. Una
es el Orgullo que sentí, lo siento y sentiré por mucho tiempo. La otra emoción,
en cambio, no la experimenté ni lo haré cada vez que recuerde este mundial, y
esa sensación es la Vergüenza. No fue mi selección la que cayó como local
humillada con la peor derrota de su historia. No fui tampoco aquel hincha que
aún con la herida abierta del 1-7 seguía simpatizando y pintándose en su piel
los colores de quien le dio muerte (deportivamente hablando). La vergüenza se
la dejo a ellos; yo me quedo con el orgullo de ver a estos deportistas llegar
hasta donde pudieron, pero por sobre todo llegando con armas nobles: sin
dictaduras, sin goles ilegítimos, sin bidones con agua podrida. Y si usted no
está de acuerdo, tal vez le han diagnosticado Exitismo.
No analizaré las
cuestiones más técnicas, lo netamente futbolístico. No debatiré sobre los cambios
de Sabella en la final; el planteo
táctico; las formaciones; menos aún sobre la lista de los 23 y la novela de
Tévez. Si quiero mencionar algunas diferencias entre Campeón y Subcampeón. Recuerdo
cuando nuestro Marley entrevista a Schwarzenegger
después de la crisis del 2001. El fortachón austriaco al enterarse de la
nacionalidad del entrevistador esboza sonriente: “Argentina: 5 presidentes en
una semana”. Que nefasto. En ese sentido, Alemania desde el mundial 2006 hasta ahora
contó con solo dos técnicos, o tal vez Uno y medio, ya que Löw fue asistente de Klinsman
en 2006, claramente hay un proyecto a largo plazo. Nuestra selección, en cambio
desde el mundial 2006 hasta el presente estuvo bajo el mando de 5 entrenadores
diferentes: Pekerman se aleja tras la
eliminación en Cuartos; Asume Basile
pero un año después renuncia (por los “códigos del vestuario” no trascendieron
los motivos); llega Maradona que se
va tras un 0-4 en Sudáfrica; toma las
riendas Batista, que es destituido un
año después tras la eliminación en la Copa América. Por eso me parece aún más
admirable la campaña de Sabella:
asume en el segundo semestre de 2011, justo para arrancar las eliminatorias. Se
hace cargo de un seleccionado golpeado y manoseado que finalizaba uno de sus
peores procesos: una “Generación del 86” que desde el banco de Suplentes solo
consiguió una eliminación por goleada en cuartos y un año después la humillante
y prematura despedida (también en cuartos) en la Copa América jugando como local;
y que más allá de los malos resultados encima no encontraba el equipo.
Me interesa enfocarme
en los valores que pudo y podrá transmitir este seleccionado. Combatir el
Exitismo. Pensar en un nuevo proceso. La
Argentinidad nos ha regalado magníficos referentes: Premios Nobel, el dulce
de leche, el colectivo, el bolígrafo, el by pass y grandes futbolistas. Pero
también nos obsequió esa terca costumbre de creernos los mejores del mundo. En
estas 72 horas he escuchado cosas como: “Salir
segundo es ser el primero de los perdedores”; “Da lo mismo segundo que último, ninguno de los dos se llevó una copa”,
etc. Me pregunto si los italianos o los portugueses dirían si era lo mismo
terminar segundos o volver a casa en primera ronda. O que tal los Ingleses, que
cosecharon la misma cantidad de puntos que la letra i latina: 1. O los ex campeones
del mundo, los españoles, que jugaron el tercer partido de su grupo ya sin
chances. Hay quienes llaman al partido por el tercer puesto: “El partido que
nadie quiere jugar”; les aseguro que el tercer partido de fase de grupos es el
que España no quiso jugar. Pero vamos a ponernos en la piel de un Exitista y
pensar qué diría si Argentina se hubiera vuelto en la primera fase. Teóricamente
nada, porque es “lo mismo segundo que ultimo”; pero les aseguro que hubiera
querido prenderle fuego a la AFA; porque el Exitista es además Hipócrita,
pollerudo y sobre todo Panqueque.
Me dirán Mediocre o
Conformista, pero para mí basta con esta campaña. No olvido obviamente, que el
lamento es mayor, ya que el partido final fue muy parejo. Mejor aún, porque no
caímos doblegados y con la canasta llena de goles. Les “dimos laburo” a los alemanes. Ojo,
¿quién te dice?: tal vez con un bidón para Muller y Schweinsteiger la cosa hubiera sido distinta.
Pero afloraría la vergüenza y claramente es algo que no quiero experimentar.
Pasaron 72 horas; todo vuelve a la normalidad. Y arranca la cuenta regresiva (estilo
Crónica) para Rusia 2018. Me preguntás que se siente y yo solamente puedo
responderte con una sola palabra: Orgullo.
PxR - 2014
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